sábado, 6 de junio de 2009


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Residuos de Manzoni elevados a la categoría de arte

El concepto de “industria de la cultura" es una creación de Th.W.Adorno que en su obra "Dialéctica de la Ilustración" afirma que “la autonomía del arte y la cultura es inseparable del proceso de su progresiva conversión en mercancía”. Con ello el mercado del arte es un asunto que con el paso de los años se ha ido afianzado sólidamente como un mecanismo especulativo en la sociedad capitalista. Su consumo se rige de tal forma por la oferta y la demanda que numerosos artistas realizan sus obras con criterios principalmente comerciales y algunos coleccionistas invierten en ellas sabiendo de su potencial revalorización.
Cualquier objeto de arte contiene un atributo de valor por ser interesante, por complacer o satisfacer la necesidad estética, social, cultural de alguien, etc. "Valor" como cualidad contenida en el objeto y que, sin embargo, se tiende a confundir con "Precio" como transacción económica estipulada.
El artista ha pasado a ser “materia prima” del arte contemporáneo; baila al son del mercado y del control que de él hacen grandes empresas y multinacionales, galerías y ferias.
Al no haber proporción equilibrada entre el valor estético y valor económico la especulación y el consumo de los objetos-fetiches artísticos campa a sus anchas fuera de toda coherencia. Se precisa de una reflexión profunda para reencontrar de nuevo el camino de la libertad creativa.




jueves, 30 de abril de 2009

martes, 28 de abril de 2009


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Credo Consumado

El concepto de consumo cada vez refleja menos la subsistencia del ser humano y cada vez más lo que nos transforma y nos promueve a mostrarnos y demostrarnos entre nosotros. Un fenómeno altamente significativo de nuestra sociedad es la hiperabundancia de bienes materiales puestos a disposición de la generalidad de los individuos. El modelo que prima es el de la “sociedad de la opulencia” basada en el consumo indiscriminado y compulsivo a través de acciones casi instintivas de nuestra especie, actos individuales y volitivos, pero también actividades interpretadas como fenómenos sociales que ha supuesto una profunda alteración de las relaciones entre la humanidad y la naturaleza.



Compramos y adquirimos; nos dejamos seducir y atraer por productos deliciosos impuestos por la publicidad y la moda. Dejamos de ser lo que somos.

OYS


Baudrillard, en su obra “El sistema de los objetos” habla de la normalización del mobiliario en los hogares. Muebles escogidos según los gustos, necesidades y posibilidades adquisitivas de los inquilinos. En nuestra sociedad consumista la casa se viene a convertir en “tarjeta de visita” de cara a los demás: soy así y me defino por lo que tengo.
Dentro de nuestras casas personalizamos los espacios mediante el maquillaje y el camuflaje decorativo: adquirimos en el mercado muebles que disponemos junto a otros objetos personales, a modo de álbum de la memoria, para testificar nuestras historias y activar en cada uno de nosotros asociaciones imaginarias y reales; espacios únicos y domesticados para autoreferenciarnos.




sábado, 7 de marzo de 2009


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Logo-Sapiens




El axioma actual que domina el mundo mercantil y empresarial es: hay que producir marcas y no productos. Los principios básicos de producción establecidos desde hace décadas, sino siglos, han sido relegados a un segundo plano. Consumidor, ¡compra, compra, compra! Marcas convertidas e idolatradas como símbolos icónicos de la sociedad. Artículos que triunfan comercializados como conceptos.

El logo lucha terriblemente contra sus rivales y contra otras empresas del entorno por acaparar nuestra atención. ¿Acaso las personas son marcas? Algunos predican que la crisis del posmodernismo ha anulado al ser humano occidental y nuestro comportamiento, cegado por un marketing feroz, un consumismo desorbitado y unas ansias de adquisición, transgrede principios intocables desde que tenemos uso de razón intoxicando la propia naturaleza humana.

Se trata de un tira y afloja y ese es el éxito y el engaño de esas multinacionales que invitan a este juego, en un terreno simbólico, de los presupuestos de la identidad: publicidad, lenguaje imaginario, deseos desordenados del consumidor. Un simple objeto de consumo es sustituido por una imagen capaz de hacerlo acceder a la dimensión del mito. El individuo deja de serlo. Se desvanece para quedar transformado en marca. Se identifica por y con ella. Reniega de sus atributos naturales más importantes y personales. Así de sencillo, así de inhumano.




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En el planeta PlástiKa “los gobernantes se ocuparán de la seguridad de sus habitantes, atenderán a sus necesidades, darán gusto a sus placeres, resolverán sus principales inquietudes, dirigirán sus trabajos, darán normas que abarcarán toda la vida social, a través de la cual no puede asomar cabeza ni siquiera la de los hombres de mayor inventiva y temperamento más vigoroso. No se quebranta la voluntad de las personas, sino que la ablanda, la inclina y la dirige; rara vez ordena actuar pero a menudo inhibe; no destruye nada pero impide que surja mucho, no es en absoluto despótico, pero obstruye, reprime, debilita, sofoca y embrutece al punto que convierte a los pueblos en un rebaño de animales timoratos y esforzados pastoreados por el Gobierno”.
Alexis de Tocqueaville (1835)

En el planeta PlástiKa estamos orgullosos de nuestra Carta de Ciudadanía.